Cuentos para una tarde de invierno

Estas son historias que voy rescatando de entre las cenizas de mi infancia. Cenizas que al removerlas, traen a mi mente narraciones que nos contaba mi madre en las tardes del frío invierno.
Así fue como esos días, que a nadie le gustan, para mí se convirtieron en maravillosos e inolvidables. Dejaron profundas huellas en mi personalidad y para siempre quedaron guardadas en mi corazón.
Me enseñaron que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Que la vida nos da más de una oportunidad. A no darme nunca por vencido, a ver la vida con optimismo.
Todo esto es lo que quiero transmitir con estos cuentos para una tarde de invierno.

Después de toda una vida leyendo todo lo que caía en mis manos, hoy quiero transmitir, por medio de mis cuentos cortos, energía positiva a todos esos niños y jóvenes en formación. Hombres y mujeres que mañana comandarán el timón del mundo.
Con muchos menos recursos que ahora, los niños de antes se criaban psicológicamente fuertes y duros, y los de ahora son débiles, frágiles y cargados de complejos y prejuicios.
Hoy, antes de hablar, debemos pensar dos veces lo que vamos a decir para que nadie se sienta ofendido. Son muchos los que traen la mochila cargada de complejos, que a este paso difícilmente los superarán, cuando cada uno debería sentirse orgulloso de ser como es y pasar de esos «genios» que se creen por encima de los demás. Que de esos siempre hubo, y muchos.