Dicen que la felicidad no se publica, se vive.
Que la intensidad le da mil vueltas al tiempo.
Que sin riesgo, no hay historia.
Que sin historia, no hay futuro.
Y yo, que a veces no puedo más. Que solo
busco un lugar donde perderme.
Donde poder desconectar un poquito cuando
todo va tan rápido que no soy capaz de saborear
nada, le doy gracias cada día al universo por haberme
dado la oportunidad de refugiarme en vuestros brazos.
Vosotros me salváis sin saberlo.
Vosotros llenáis mi sonrisa de mariposas.
Vosotros sois mi hogar, mi abrigo y mi baluarte.
Este libro es mi manera de agradeceros que seáis la
magia que hace que yo solo tenga que agitar la varita.
Un libro dedicado a la mujer, es cierto, pero escrito por
uno de esos hombres que amamos a todas y cada una
de las diosas que habitan bajo vuestra piel.

Barcelona, 1973
Mientras escribo estas líneas, echo un vistazo
por el retrovisor y siento un tremendo vértigo.
Tengo la sensación de que el tiempo vuela a la
velocidad de la luz y me pregunto dónde estaría
yo ahora mismo si hubiera decidido apostar por la
carrera de Periodismo, en vez de por la de Publicidad
y Relaciones Públicas que, para tranquilidad de mi madre,
quedaba mucho más próxima a mi casa. Desde niño, siempre
me fascinaron los reporteros de guerra que se jugaban la vida
para que el resto tuviéramos en todo momento información
precisa de primera mano, así que, seguramente, esa habría
sido mi prioridad. Sin embargo, he terminado escribiendo tres
libros, y los que espero que estén por llegar. Supongo que
eso es lo que sucede cuando te dejas arrastrar por la magia
de la vida. Que te empuja, te revuelve y, como las olas, te
acaba depositando en ese lugar que jamás soñaste conocer,
pero que acaba por convertirse en tu paraíso personal.